miércoles, 24 de julio de 2013

¡Cuánto amo tu ley! - Salmos 119:17-24

Publicado en www.AvivaNuestros Corazones.com

Hoy seguimos nuestra jornada por el Salmo 119 y es mi anhelo que Dios trapase nuestros corazones con Su Palabra y nos sature de Su Verdad. Los versículos de hoy son:
17 Favorece a tu siervo,
para que viva y guarde tu palabra.
18 Abre mis ojos, para que vea
las maravillas de tu ley.
19 Peregrino soy en la tierra,
no escondas de mí tus mandamientos.
20 Quebrantada está mi alma anhelando
tus ordenanzas en todo tiempo.
21 Tú reprendes a los soberbios, los malditos,
que se desvían de tus mandamientos.
22 Quita de mí el oprobio y el desprecio,
porque yo guardo tus testimonios.
23 Aunque los príncipes se sienten y hablen contra mí,
tu siervo medita en tus estatutos.
24 También tus testimonios son mi deleite;
ellos son mis consejeros.

¡Hay tanto que desempacar en estos versos! Es importante que notemos que el salmista está haciendo una oración, sus palabras están siendo dirigidas a Dios. Es hermoso ver cuán enfocado en Dios él estaba, al punto de que le pide ser favorecido con el propósito de vivir y guardar Su Palabra. 
Esto me hace pensar en cómo son mis oraciones... ¿Por qué busco el favor de Dios? ¿Alrededor de quien giran mis peticiones? ¿Veo el favor de Dios en términos materiales o en la gracia que Dios me da para agradarle?
Él continúa su oración diciendo "abre mis ojos" y esta es una petición por algo totalmente sobrenatural, algo que él no puede hacer por sí mismo. Con sus ojos naturales el nunca podrá contemplar las maravillas de Su ley, el está conciente de que sólo Dios puede revelar la belleza de Su Palabra.

Esto es coherente con Efesios 4:4 "entenebrecidos en su entendimiento, excluidos de la vida de Dios por causa de la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su corazón", esta la condición del hombre, sus mandamientos están escondidos del hombre natural, no pueden ser vistos.
Por esta razón es que necesitamos un Salvador, no hay nada en nosotros que anhele a Dios o a Su Palabra, tenemos el entendimiento entenbrecido.

¡Necesitamos desesperadamente clamar a Dios que abra nuestros ojos y podamos verle!

En el versículo 20 él llega al punto del quebranto por su gran anhelo por la ley de Dios. ¿Es esa tu actitud ante Dios? 
Finalmente en los últimos versos el salmista se enfrenta a los soberbios, los que lo maldicen y hablan en contra de él; aquí podemos encontrar la clave cuando somos injuriados. Mientras era todo esto pasaba el meditaba en la Palabra de Dios, ella era su consejera y su deleite. 
No recuerdo la última vez en la que en una situación similar actuara de la misma manera, lejos de eso cuando soy injuriada lo que quiero es defenderme y no tengo quietud. 
Dios nos de ese corazón que en medio de la crítica podamos refugiarnos en Su Verdad.

¡Abre mis ojos Dios! ¡Yo quiero verte!


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