martes, 6 de agosto de 2013

¡Cuánto amo tu ley! Salmos 119:105-112

Continuando con la serie del Salmo 119, en los próximos versículos vemos al salmista resaltar varias cosas primero su dependencia de la Palabra y también lo vemos hacer algunas declaraciones que están vinculadas al peso que tiene La palabra de Dios en su vida.

105 Lámpara es a mis pies tu palabra,
y luz para mi camino.
106 He jurado, y lo confirmaré,
que guardaré tus justas ordenanzas.
107 Estoy profundamente afligido;
Señor, vivifícame conforme a tu palabra.
108 Te ruego aceptes las ofrendas voluntarias de mi boca, oh Señor,
y enséñame tus ordenanzas.
109 En peligro continuo está mi vid,
con todo, no me olvido de tu ley.
110 Los impíos me han tendido lazo,
pero no me he desviado de tus preceptos.
111 Tus testimonios he tomado como herencia para siempre,
porque son el gozo de mi corazón.
112 He inclinado mi corazón para cumplir tus estatutos
por siempre, hasta el fin. (Salmos 119:105-112, LBLA)

El versículo 105 nos muestra como la Palabra de Dios se muestra en cada paso de la vida del salmista y en los planes futuros también, cuando el dice lampara a mis pies es tu palabra, está dejando claro que cada paso que el da cada día es iluminado por la palabra de Dios, y que en su andar en las decisiones que toma a futuro también la Palabra es quien le ilumina, esto nos enseña muchas cosas pero sólo vamos a reflexionar en algunas, primero, ¿Es la Palabra de Dios mi brújula en cada paso que doy cada día? ¿Es la palabra de Dios la guía para mi camino, mi andar, mis decisiones y planes? ¿Estoy yo andando en oscuridad? Queda implícito que sólo la palabra tiene la oportunidad de iluminar mis pasos, entonces de no hacerlo estoy caminando en oscuridad.

El versículo 106 muestra el compromiso que el salmista tiene con la Palabra, él lo presenta de la siguiente manera, “he jurado, y lo confirmaré, que guardaré tus justas ordenanzas”, es evidente el nivel de compromiso que asume y hace publico, presta atención, el juramento es a guardar, es algo más alla que la lectura, es atesorarla y llevarla con él en todo momento.

Luego vemos en los versículos 107-108, que el hace dos peticiones, una es que el le pide al Señor que lo vivifique y otra que le enseñe sus ordenanzas, la primera viene acompañada de una condición de aflicción, “Estoy profundamente afligido” me pregunto ¿cuántas veces en medio de la aflicción mi oración ha sido vivifícame conforme a tu Palabra? Es probable que nunca lo hayas hecho sin embargo esta petición es coherente con Hebreos 4:12, donde el texto nos dice que la Palabra de Dios es viva y eficaz.. ¿Cuál palabra busco cuando estoy afligido? ¿La palabra del hombre? ¿O la única palabra que puede darme vida aun estando muerto, o afligido, SU PALABRA?

La segunda petición en esos versos es la siguiente “ ...enséñame tus ordenanzas” a esta petición le antecede un ruego, y es que el salmista le pide al Señor que acepte las ofrendas voluntarias de su boca, cuanta reverencia, aún las palabras que salen de nuestros labios para referirse a Dios deben levantarse con reverencia, humildad y sobre todo con un conocimiento de lo que Él ha ordenado.
En el versículo 110, vemos cuál su la actitud en medio de la persecución de sus enemigos, NO DESVIARSE DE SUS ESTATUTOS, me pregunto ¿cómo reacciono yo cuando he sido perseguido, o me he sentido acorralado? A veces lo ultimo que hacemos es recurrir a Su palabra, a sus promesas, de hecho muchas veces ni lo conocemos. Dios nos ayude a recurrir a Él cualquiera que sea nuestra situación.

Los últimos dos versículos 111-112, el escritor reitera su compromiso con LA PALABRA de Dios, primero dice que ha tomado como herencia sus testimonios, esto tiene una razón, ¿Por qué el ha tomado como herencia La Palabra? Porque son el gozo de su corazón. En la medida que conozco más la obra de Dios por medio de Su Palabra eso llenará de gozo mi corazón. El versículo 112 nos reitera su actitud, “inclinar su corazón para cumplir sus estatutos por siempre hasta el fin”, debemos doblegar nuestro corazón perverso, engañoso, perezoso, debemos de hacer el ejercicio de volcarlo hacia la Palabra de Dios, no temporalmente, sino para siempre y hasta el fin.


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