Hoy
arribamos justo a la mitad de nuestro recorrido por el Salmo 119 y
encontramos un cuadro muy intenso, se trata de un hombre en extrema
desesperación y necesidad.
Mi alma desfallece por tu salvación;en tu palabra espero.Mis ojos desfallecen esperando tu palabra,mientras digo: ¿Cuándo me consolarás?Aunque he llegado a ser como odre al humo, no me olvido de tus estatutos.¿Cuántos son los días de tu siervo?¿Cuándo harás juicio contra mis perseguidores?Fosas me han cavado los soberbios, los que no están de acuerdo con tu ley.Todos tus mandamientos son fieles; con mentira me han perseguido; ¡ayúdame!si me destruyen en la tierra, mas yo no abandoné tus preceptos. Vivifícame conforme a tu misericordia, para que guarde el testimonio de tu boca. Salmos 119:81-88 (LBLA)
Mientras
leemos esta porción podemos ver como el salmista está arropado en
una terrible oscuridad y angustia, siente que su alma desfallece al
punto de que aún sus ojos sienten morir.
He
estado en situaciones similares, en las que siento una carga tan
pesada y un peso tan fuerte en mi alma que ya no encuentro fuerzas ni
para abrir mis ojos. ¿Alguna vez te has sentido así?
Cuánto
me confronta la actitud del salmista, porque tras la declaración de
su moribundo estado, él no encuentra salvación fuera de Dios. Su
consuelo viene de lo alto.
En
momentos de tribulación, de extrema angustia y desesperación puedes
encontrar consuelo en Sus promesas y aferrarte a las verdaderas
promesas de Dios.
El
ha llegado a ser como una vasija expuesta al humo, su alma se ha
teñido de la negrura de la persecución y la maldad de los hombres.
¿Cuántas veces nos hemos sentido de esa manera? ¿Otros han ahumado
tu vida con maldad y han ensuciado tu corazón o tu testimonio? El
salmista te dice: No te olvides de Sus estatutos.
Ninguna
circunstancia en la vida de un creyente llega sin el consentimiento
de Dios, así que por más negro que se vea tu panorama confía y no
olvides Sus promesas.
Finalmente
él declara que su justicia proviene de Dios, su caso está en manos
de su juez y abogado y a pesar de que los soberbios hayan cavado
fosas, que lo hayan perseguido con mentiras, que casi es destruido,
él clama a Dios por ayuda. El salmista sabe que en ningún
otro hay salvación ni esperanza sino sólo en Aquel que es
capaz de vivificarlo por Su gran misericordia.
¡Clamemos
desesperadamente a Dios por ayuda hoy!
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